viernes, 30 de abril de 2010

Todo lo hago nuevo




He aquí que todo lo hago nuevo
Ap 21,5

Desde la mañana has hecho resonar esta palabra.
Al caer de la tarde la redescubro como clamor:
¡Ven Señor en éste presente a “hacer nuevas todas las cosas”!
Mirada nueva.
Pensamiento nuevo.
Sentir nuevo.

Hacedor de mi intimidad más íntima,
Sabes y conoces mi andar.
Alfarero de la vida a quien nada en el hombre le es extraño,
Lo pasado se pega a mi humanidad.
Lo que fue, lo que no es, sigue aún presente, vivo, en mis sentimientos.
Y actúa con la fuerza de lo que pareciera ser.
Aquello que no es, termina siendo.
Sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir.
Haz viva tu Palabra en mi presente!
He aquí que todo lo hago nuevo

Que pueda apagar lo que no es
Para vivir aquello que es.
Que no viva prendido al eco de mi pasado,
Para que no me falte vida a la hora de vivir.

Las Palabras dicen una sóla cosa


"En momentos de silencio, de meditación,
de iluminación y de paz,
aprendemos a vivir en una atmósfera de soledad aún en medio de la multitud.
(...) Abrimos la puerta interior del corazón para los silencios infinitos del Espíritu,
de cuyos abismos el amor brota sin cesar y se da a todos.
En Su silencio, el significado de cada cosa se torna, por fin, claro"

"Solamente en Su silencio se puede distinguir la verdad de las palabras,
no de una forma aislada, porque apuntan a la unidad central del Amor.
Todas las palabras dicen entonces una sola cosa: que todo es Amor"

Pensamientos de "Amor y Vida"
de Thomas Merton

miércoles, 28 de abril de 2010

Pequeños vencimientos educan la voluntad



Por Enrique Rojas – Catedrático en Psiquiatría.
Libro: “La conquista de la voluntad”

"El tema de la voluntad nos afecta a todos de forma directa. Mientras escribo estas líneas, pasan por mi mente muchas imágenes referentes a mí mismo en este territorio. La vida, con sus exámenes, va dando cuenta de nuestra existencia, y lo hace mostrándonos -aunque no queramos- si hemos sabido o no educar la voluntad para arribar a los puertos que nos habíamos planteado.

La voluntad es capacidad para hacer algo anticipando consecuencias; una disposición interior para anunciar o renunciar; algo propio del hombre, tanto como la inteligencia y la afectividad.

La razón nos hace distinguir lo accesorio de lo fundamental, nos enseña lo que es tener espíritu de síntesis y nos ayuda a ensayar una solución concreta en un momento determinado . La vida afectiva se expresa a través de los sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones, de las que ya hemos hablado.

La vía habitual es el sentimiento, que se define como un estado subjetivo, positivo o negativo, que suele tener un tinte difuso, etéreo, pero que nos permite tomarle el pulso a los impactos que nos rodean. Casi al mismo nivel sitúo yo la voluntad, algo que no se tiene porque sí, algo que no se recibe de forma hereditaria, como el color de los ojos, la estatura o el tipo morfológico.

La voluntad es una aspiración que exige una serie de pequeños ensayos y esfuerzos, hasta que, una vez educada, se afianza y produce sus frutos.

Para el niño y el adolescente, educar la voluntad significa en primer lugar huir del culto al instante (del latín instaras-antis: lo que está ahí), según el cual lo más importante es vivir lo inmediato.
Goethe escribía: «Detente, instante, eres tan bello». Todos los poetas han cantado a esos «momentos privilegiados», a esas experiencias puntuales tan relevantes y fecundas, sobre todo para las personas dedicadas a las tareas creativas. Sin embargo, un síntoma frecuente de escasa voluntad es buscar sólo la exaltación instantánea de lo más próximo.

Lo primero que necesitamos para ir domando la voluntad es ser capaces de renunciar a la satisfacción que nos produce lo urgente, lo que pide paso sin más. Lo inmediato puede superarse y rebasarse cuando existen otros planes, a los que nos hemos adherido y que han sido incluidos dentro de nuestro proyecto de vida, el cual no se improvisa, sino que se diseña. Esta concepción, lógicamente, supone muchas renuncias.

La existencia es vectorial: va desde el presente hacia el futuro, pero en ella todo tiene sentido, porque forma parte de un concepto general que tenemos de nuestra vida. Lo que empuja es el futuro, lo que está por llegar, y precisamente nos ilusiona porque nos conduce a la autorrealización. La alquimia de los estímulos se transforma merced a esa alegría de alcanzar algún día las metas propuestas.

La voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y ánimo frente a las dificultades. Todo lo grande del hombre es hijo de la abnegación; así, por ejemplo, la entereza de volver a empezar, cueste lo que cueste, privándose uno de cosas buenas, pero que en ese momento exigen un recorte para después dirigirse hacia objetivos de mayor densidad.

Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. El hombre de nuestros días, convulsionado y un tanto perdido, deambula de un sitio a otro, muchas veces sin unos referentes claros. Cuando la voluntad se ha ido formando a base de ejercicios continuos, está dispuesta a vencerse, a ceder, a dominarse, a buscar lo mejor. En este sentido, podemos llegar a afirmar que no se es más libre cuando se hace lo que apetece, sino cuando se tiene capacidad de elegir aquello que hace más persona, cuando se aspira a lo mejor; y para ello, hay que tener una cierta visión de futuro.

La aspiración final de la voluntad es perfeccionar, aunque teniendo en cuenta que somos perfectibles y defectibles. Si hay lucha y esfuerzo, se puede ir hacia lo mejor; si hay dejadez, desidia, abandono y poco espíritu de combate, todo se va deslizando hacia una versión pobre, carente de aspiraciones, de forma que surge lo peor de uno mismo."

Desde la cumbre
















P. Carlos Valles sj - Año 2008
Fuente: Meditaciones - Blog P. Carlos Valles -


‘El valle es precioso,
mas no tiene valor sin la montaña.
Asciende primero a la montaña,
conquista la cima,
y al retornar todo será diferente.’
(Chamalú)

El valle es la vida diaria y la montaña es la contemplación. El valle es hermoso en sus campos arados, sus hileras de árboles, sus caminos y sus arroyuelos, sus poblados y sus rebaños. Pero para ver su hermosura hay que contemplarlo desde la cima. Hay que subir a la montaña, conquistar altura, adquirir perspectiva, dominar el paisaje. Al ver todo a vista de pájaro desde la cumbre privilegiada que abarca horizontes, sentimos la belleza de la vista aérea, relacionamos las parcelas de vida en su conjunto pictórico, marcamos las direcciones de los caminos, entendemos el valle. Ahora ya podemos bajar y disfrutar de cada rincón porque sabemos su emplazamiento y comprendemos su entorno. Conocemos el valle porque hemos subido a la cima.

Es que ni el valle sería valle si no hubiera cima. Si no tuviera las hileras de montañas que lo flanquean a ambos lados, no habría valle. Sería una meseta plana y uniforme sin hondura y sin variedad. El valle, para ser valle, necesita la montaña que le da sentido, le da realce, le da personalidad. El valle es valle porque hay montaña. La tierra es tierra porque hay cielo. La vida es vida porque hay Dios. Por eso para entender la vida hay que llegar a Dios.

Cada vez que he habitado en un valle con un pico sobre el horizonte me he sentido intranquilo, insatisfecho, incompleto hasta haber subido al pico. Pienso en la Collarada de Jaca, el Itzarráiz de Loyola, el Bémbodi Peak en Kodaikanal, el Perumal en Shembaganur, y el Gurushikar en Abu. Había que subir cuanto antes para entablar amistad, para completar horizontes, para adquirir visión. Una vez adquirida la visión, podía volver tranquilo al valle y vivir en calma la vida del llano. Ya tenía sentido porque la había visto desde arriba.

El valle es distinto después de subir a la cima. El valle no ha cambiado, pero he cambiado yo. ¡Qué pequeña era desde arriba aquella piedra en que un día me tropecé! ¡Qué clara se ve ahora aquella curva del camino en que una vez me equivoqué y me perdí por no ver la dirección verdadera! ¡Qué derecho el curso del río a través de tantas vueltas y revueltas que de cerca desorientan con su caprichoso girar! ¡Qué proporcionado el pueblo, qué cercanas sus esquinas, qué bello mi hogar! Todo adquiere valor desde la altura, porque todo encaja, todo resalta, todo completa a todo. La visión desde la cumbre es el secreto de la vida en el valle.

Seguiré subiendo a las cumbres de la vida. Una y otra vez. Que no se me pierda la visión desde lo alto. Alpinismo espiritual.

martes, 27 de abril de 2010

El soplo del Espíritu nos moldea



"Somos una piedra tosca que el Padre ha extraído de la cantera de la vida.

Sobre ésta piedra el Espíritu Santo tiene que esculpir la figura deslumbrante de nuestro Señor Jesucristo.

Toda la vida con Dios se dirige a esto y esto la justifica:
repetir otra vez en nosotros los sentimientos, actitudes,
reacciones, reflejos mentales y vitales,
la conducta general de Jesus".

Ignacio Larrañaga, "Muéstrame tu Rostro"

lunes, 26 de abril de 2010

Oración y Vida - parte I

Ignacio Larrañaga en "Muéstrame tu rostro"

"Reconozco que la oración puede transformarse rápidamente y sin darnos cuenta, en una evasión egoísta y alienante. Hubo cristianos que hicieron de la oración una actividad estéril, no porque hubieran estado estancados en una árida sequedad sino porque, viviendo en una devoción sensitiva, habían buscado el gusto, la paz y los consuelos: se buscaron a sí mismos.

La vida tiene que desafiar a la oración,
y la oración tiene que cuestionar a la vida.

En nuestros días, algunos jóvenes juzgan y condenan a los mayores porque nunca dejaron de rezar y sin embargo, se mantuvieron -según ellos- a lo largo de sus vidas egoístas e inmaduros.

Los jóvenes (algunos) dicen que ellos no se preocupan de rezar porque... ¿para qué? ¿para ser inmaduros y vivir descontentos como los que rezan? Fácilmente pueden comprender estos jóvenes que si algunos de los mayores son "así", no lo serán por rezar. A lo sumo, podría ser por rezar mal o no rezar bien. No obstante uno se pregunta: Si, rezando, son así, ¿cómo serían si no rezaran? De parte de los que critican, ¿no se tratará de razones de exportación o de sutiles racionalizaciones para justificar su comportamiento?

Sea como fuere, ese fenómeno que algunos jóvenes señalan y acusan (la incoherencia entre la oración y la vida) siempre me ha inquietado. No se puede universalizar, es verdad. No sucede en todos. Uno conoce innumerables casos (sin descontar la propia historia) en que las personas hacen esfuerzos sobrehumanos y prolongados para, en Dios, superar los defectos congénitos y los rasgos negativos de personalidad.

Con gran esfuerzo consiguen superar en tres oportunidades y caen seis veces. Cuando están prevenidos (atentos a sí mismos) se superan casi siempre. Ocurre, sin embargo, que, normalmente , no estan prevenidos y por eso caen con frecuencia. Hasta notar un pequeño progreso con el mejoramiento de sus rasgos negativos han necesitado innumerables actos de vencimiento, ¡cuánto más para que se den cuenta los demás! No se puede decir tan alegremente "rezan y no cambian". No sabemos de sus esfuerzos silenciosos.

El cambio es siempre evolutivo y sumamente lento.

Así y todo, tenemos que preocuparnos por la frecuente dicotomía entre la oración y la vida, y establecer una franca conforntación entre ambas."

El escrito provocador de Juan Crisóstomo por Anselm Grüm


"Al estudiar la filosofía estoica me encontré con la siguiente frase de Epicteto: nadie puede ser herido sino por sí mismo. Que con gran asombro he visto citada repetidas veces por los padres de la Iglesia.

Juan Crisóstomo redactó sobre esto un escrito cuyo título es Nadie puede herir a quien no se hiere a sí mismo (Quod qui seipsum non laedit, nemo laedere possit). Cuando leí este escrito me maravillé de la forma como trata a la Biblia este padre de la Iglesia y qué lugares utiliza para reforzar su tesis, tomada de Epicteto.

El texto del obispo de Constantinopla, escrito allá por el año cuatrocientos, me ha fascinado hasta tal punto que he traducido para mí sus pensamientos más importantes. Y últimamente he mencionado cada vez más a menudo esta provocadora frase tanto en mi tarea de acompañamiento espiritual como en el trabajo con grupos.

Con eco dispar, por cierto. Al principio suscitaba a menudo en muchos el rechazo, pues pensar esto sería excesivamente simple, dado que hay demasiado sufrimiento que nos viene de fuera y que no podemos evitar. Otros pensaban que lo que estaba haciendo ahora era echarles a ellos la culpa de lo mal que les iba.

Pero cuando se les pasaba el primer enfado, a muchos les parecía que algo de verdad había en la frase. Porque cuando se mira a las propias heridas, no se tiene más remedio que admitir que una parte de ellas son debidas a uno mismo. Una mujer dijo que con sus experiencias podría escribir una novela completa que añadir a este libro. El estribillo de su vida no era otro que éste.

Siempre resulta peligroso dar a una frase un valor absoluto. Por lo tanto, no es mi intención demostrar que la provocadora frase de san Juan Crisóstomo haya de tener un valor general.

Cuando se nos hiere de niños, no podemos impedirlo. No tenemos ninguna posibilidad de defendernos y de evitar las heridas. Pero, tanto si hurgo una y otra vez en las viejas heridas sin dejar de enconarlas, como si me reconcilio con ellas y las olvido, siembre es asunto mío, yo soy el responsable. Naturalmente, cada hombre tarda más o menos tiempo en desprenderse de sus viejas heridas.

En la terapia a menudo es necesario mirar de nuevo conscientemente las viejas heridas y experimentar otra vez el dolor que entonces sentí, pero que inmediatamente reprimí. Pues sólo entonces puedo decir adiós al dolor. Pero hoy se tiende también a cultivar las heridas. El filósofo francés Pascal Bruckner lo ha descrito magníficamente en su polémico libro Sufro, luego existo.

En él habla de la victimación, de la inclinación a sentirse víctima. Contra esta inclinación hoy tan extendida de «ocupar el lugar más codiciado, el lugar de la víctima» (Bruckner, 145), formula Crisóstomo la tesis radicalmente opuesta «de que ninguna víctima es víctima de alguien, sino que sufre la suerte que ella misma se impone».

Cuando leemos en Bruckner cuánto puede prosperar la ideología victimista, entonces vemos que la tesis del obispo del siglo IV tiene también capacidad crítica para nuestro tiempo.

Por ejemplo, si una mujer, que actualmente tiene cáncer de pulmón por fumar demasiado, denuncia a las empresas tabaqueras por no informar sobre los peligros del tabaco y gana el juicio; si a otra mujer, que metió a su perro en el microondas para secarlo, le dan la razón en el proceso contra la empresa fabricante del microondas, se ve entonces a dónde puede llevar la ideología victimista.

Sentirse víctima significa siempre lo mismo: declararse siempre libre de culpa, echarle siempre la culpa a los demás. Contra esta ideología victimista vale la pena al menos tener en cuenta la frase de Crisóstomo, aun cuando a partir de ella no podamos formular ninguna contraideología.

Pues con las ideologías no se ayuda en realidad a los hombres. Es mucho mejor tomar en serio a cada uno en su historia concreta y ayudarle, siendo lo más creativos posible frente a su vida y sus sufrimientos.

Un estudio detenido de la tesis estoica de que somos siempre nosotros los que nos herimos, puede al menos poner en tela de juicio la ideología del sufrimiento, según la cual uno tiene siempre que sentirse mal y todo ha de estar siempre mal, y con ello obligarnos a preguntarnos sobre nuestro planteamiento.

Es evidente que esta tesis no puede llevarnos a negar el sufrimiento real o a restarle importancia. El respeto ante el sufrimiento humano es característico de la actitud cristiana.

En esta tesis es decisivo para mí que el obispo de Constantinopla, y con él los padres de la Iglesia en general, haya entendido también el camino espiritual como un camino terapéutico, como un camino para afrontar con madurez las propias heridas y la historia de la propia vida. La meta del camino espiritual es salvar y liberar al hombre. Cristo es el hombre libre que no depende en absoluto del sufrimiento que le viene de fuera, que tampoco depende del mundo, sino que únicamente depende de Dios.

El que lleva la huella de Dios, el que ha nacido de Dios, ese es el verdaderamente libre. Tal es el mensaje básico de la Biblia. Y es también la experiencia clave de los primeros cristianos. Pues bien, hacia la experiencia de la libertad interior quisiera yo orientar este libro."


Anselm Grün; "No te hagas daño a ti mismo"

domingo, 25 de abril de 2010


"O sucesso da nossa vida depende
das fontes onde bebemos.

Se não formos bem fundo,
limitamo-nos a chapinhar em águas turvas.
Se queremos chegar às águas límpidas e vivificantes,
não devemos ficar-nos pela rama.
Devemos lançar-nos em busca das nascentes
que nos renovam verdadeiramente,
que dão sentido á nossa vida
e afastam as sombras que há em nós.

Quem bebe da fonte do Espírito Santo
recebe calma, fecundidade e vida.
Para encontramos em nós esta fonte de águas límpidas,
temos de ver para lá das águas turvas e avançar
até ao mais profundo do nosso ser,
onde brota esta fonte de vida.

O sentido que damos à nossa vida no seu todo
e a cada situação em concreto
é algo que nos dá forças,
que nos enriquece e revigora.
Quando não damos sentido ao que fazemos,
perdemos o contacto com a nossa fonte de energia.
Deambulamos sem razão de viver,
sem descobrir as oportunidades imensas
que vão surgindo no nosso caminho."

Anselm Grün

sábado, 24 de abril de 2010




"El Hermano dijo:

Padre mío, enséñame, os lo ruego, de qué manera la oración extirpa los conceptos en el espíritu. El anciano respondió:

Los conceptos son conceptos de objetos. Entre tales objetos algunos se dirigen a los sentidos, otros al espíritu. El espíritu que se demora entre ellos queda enredado en esos conceptos, pero la gracia de la oración une al espíritu a Dios y, mediante esa unión, lo separa de todos los conceptos. El espíritu, así desnudo, se hace familiar y semejante a Dios.

Como tal, le pide lo que necesita y tal demanda jamás es frustrada. Por ello el apóstol prescribe "orar sin interrupción" para que uniendo asiduamente nuestro espíritu a Dios, lo liberemos poco a poco de las ataduras con los objetos materiales.

El hermano le dijo: ¿Cómo puede el espíritu "orar sin interrupción" puesto que, salmodiando, leyendo, conversando, consagrándonos a nuestros oficios, lo desviamos hacia numerosos pensamientos y consideraciones?

El anciano respondió: La divina Escritura no ordena nada imposible.

El apóstol también salmodiaba, leía, servía y, sin embargo, oraba sin interrupción.

La oración ininterrumpida consiste en mantener el espíritu sometido a Dios con una gran reverencia y un gran amor, sostenerlo en la esperanza de Dios; realizar en Dios todas nuestras acciones y vivir en él todo lo que nos sucede.

El apóstol, puesto que se encontraba en tal disposición, oraba sin tregua."

Máximo el Confesor

Recuperar el contacto



“El hombre moderno se halla en un estado de profunda confusión a causa de la complejidad y fragmentación de su vida, que parecen haber destruido su personalidad.
La pregunta que se hace todo hombre o mujer de hoy,
y no solamente la gente religiosa, es:
¿Cómo podemos recuperar el contacto con nosotros mismos? ¿Cómo podemos recobrar la confianza en nosotros mismos, la confianza de saber que existimos por nuestro propio derecho?

Un cierto instinto universal nos advierte que la respuesta no se encuentra por la vía del auto análisis cerebral. Es preciso descubrir nuestra armonía esencial y el sentido de totalidad, que eso es lo que significa encontrarse consigo mismo.
Para ello, no basta concentrarnos en sólo una parte de nuestro ser. El descubrimiento a que está llegando el hombre moderno, que es también un nuevo descubrimiento, consiste en que la realidad sólo puede conocerse como un todo, no en partes, y que esa total aprehensión de la realidad se realiza en el silencio.

Nuestra tarea en la meditación es dejar que se restablezca nuestra unidad y que nuestras partes dispersas se muevan hacia su propio y armonioso alineamiento en el centro de nuestro ser.
Para conseguir esto, no debemos dispersarnos más.
Tenemos que concentrarnos,
movernos hacia nuestro centro, en silencio.
Y es entonces cuando se libera una fuerza,
la fuerza de la vida,
que es la fuerza y el poder del Espíritu.”

John Bain

viernes, 23 de abril de 2010

El contemplativo maduro

"Un contemplativo maduro es mucho mas simple que cualquier niño
o cualquier novicio,
pues la simplicidad de estos es más o menos negativa,
es la simplicidad de aquellos en quienes las complicaciones en potencia
todavía no tuvieron la oportunidad de desenvolverse.
En el contemplativo maduro, todas las complejidades ya comenzaron a resolverse,
al simplificarse y disolverse en una unidad, en el vacío interior y en la paz interior.
El contemplativo alimentado por el vacío,
enriquecido por la pobreza y libre de toda tristeza,
por la simple obediencia,
extrae fuerza y alegría de la voluntad de Dios en todas las cosas.

Sin necesidad de raciocinios complicados,
esfuerzos mentales o actos especiales,
la vida del contemplativo maduro es una prolongada inmersión
en los ríos de tranquilidad que fluyen de Dios
para derramarse sobre el universo y atraer todas las cosas de vuelta al Señor.

Pues el amor de Dios es como un río que brota de las profundidades
de la sustancia divina y se derrama incesantemente através de la creación,
comunicando en abundancia a todas las cosas, vida, bondad y fuerza.

Todo menos nuestros pecados, es conducido y llega a nosotros en las aguas
de esa pura e irresistible Fuente."

New Seeds of Contemplation.
Thomas Merton.

jueves, 22 de abril de 2010

Perdido en Él


"Existe un punto donde puedo encontrar a Dios en contacto real y esperimental
con Su infinita realidad: es el punto en que mi ser contingente depende de Su amor (...)

Dios me pronuncia como una palabra que contiene un pensamiento parcial de Sí mismo.
Una palabra no será nunca capaz de comprender la voz que la pronuncia.
Pero si soy fiel a lo que Dios emite en mí,
si soy fiel al pensamiento de Él que debería encarnar,
estaré lleno de su realidad
y lo hallaré dondequiera en mí
y no me encontraré a mí en ninguna parte.
Me habré perdido en Él"

Thomas Merton

miércoles, 21 de abril de 2010




Ponerme en tus manos ansío,
Hermosura tan amada,
ser madero consumido,
luz pequeña junto a Tu Llama.

Y si mi luz no alumbrara,
ceniza quisiera ser,
ceniza que abona la tierra
y árbol nuevo permite crecer.
Ponerme en tus manos ansío,
Hermosura tan amada.

Y ser viento un instantes,
brisa avivadora de llama;
Aquella Llama que un día
purificó nuestras almas;
almas que hoy buscan sedientas
Hermosura tan amada.
maj