Por Enrique Rojas – Catedrático en Psiquiatría.
Libro: “La conquista de la voluntad”
"El tema de la voluntad nos afecta a todos de forma directa. Mientras escribo estas líneas, pasan por mi mente muchas imágenes referentes a mí mismo en este territorio. La vida, con sus exámenes, va dando cuenta de nuestra existencia, y lo hace mostrándonos -aunque no queramos- si hemos sabido o no educar la voluntad para arribar a los puertos que nos habíamos planteado.
La voluntad es capacidad para hacer algo anticipando consecuencias; una disposición interior para anunciar o renunciar; algo propio del hombre, tanto como la inteligencia y la afectividad.
La razón nos hace distinguir lo accesorio de lo fundamental, nos enseña lo que es tener espíritu de síntesis y nos ayuda a ensayar una solución concreta en un momento determinado . La vida afectiva se expresa a través de los sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones, de las que ya hemos hablado.
La vía habitual es el sentimiento, que se define como un estado subjetivo, positivo o negativo, que suele tener un tinte difuso, etéreo, pero que nos permite tomarle el pulso a los impactos que nos rodean. Casi al mismo nivel sitúo yo la voluntad, algo que no se tiene porque sí, algo que no se recibe de forma hereditaria, como el color de los ojos, la estatura o el tipo morfológico.
La voluntad es una aspiración que exige una serie de pequeños ensayos y esfuerzos, hasta que, una vez educada, se afianza y produce sus frutos.
Para el niño y el adolescente, educar la voluntad significa en primer lugar huir del culto al instante (del latín instaras-antis: lo que está ahí), según el cual lo más importante es vivir lo inmediato.
Goethe escribía: «Detente, instante, eres tan bello». Todos los poetas han cantado a esos «momentos privilegiados», a esas experiencias puntuales tan relevantes y fecundas, sobre todo para las personas dedicadas a las tareas creativas. Sin embargo, un síntoma frecuente de escasa voluntad es buscar sólo la exaltación instantánea de lo más próximo.
Lo primero que necesitamos para ir domando la voluntad es ser capaces de renunciar a la satisfacción que nos produce lo urgente, lo que pide paso sin más. Lo inmediato puede superarse y rebasarse cuando existen otros planes, a los que nos hemos adherido y que han sido incluidos dentro de nuestro proyecto de vida, el cual no se improvisa, sino que se diseña. Esta concepción, lógicamente, supone muchas renuncias.
La existencia es vectorial: va desde el presente hacia el futuro, pero en ella todo tiene sentido, porque forma parte de un concepto general que tenemos de nuestra vida. Lo que empuja es el futuro, lo que está por llegar, y precisamente nos ilusiona porque nos conduce a la autorrealización. La alquimia de los estímulos se transforma merced a esa alegría de alcanzar algún día las metas propuestas.
La voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y ánimo frente a las dificultades. Todo lo grande del hombre es hijo de la abnegación; así, por ejemplo, la entereza de volver a empezar, cueste lo que cueste, privándose uno de cosas buenas, pero que en ese momento exigen un recorte para después dirigirse hacia objetivos de mayor densidad.
Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. El hombre de nuestros días, convulsionado y un tanto perdido, deambula de un sitio a otro, muchas veces sin unos referentes claros. Cuando la voluntad se ha ido formando a base de ejercicios continuos, está dispuesta a vencerse, a ceder, a dominarse, a buscar lo mejor. En este sentido, podemos llegar a afirmar que no se es más libre cuando se hace lo que apetece, sino cuando se tiene capacidad de elegir aquello que hace más persona, cuando se aspira a lo mejor; y para ello, hay que tener una cierta visión de futuro.
La aspiración final de la voluntad es perfeccionar, aunque teniendo en cuenta que somos perfectibles y defectibles. Si hay lucha y esfuerzo, se puede ir hacia lo mejor; si hay dejadez, desidia, abandono y poco espíritu de combate, todo se va deslizando hacia una versión pobre, carente de aspiraciones, de forma que surge lo peor de uno mismo."
Libro: “La conquista de la voluntad”
"El tema de la voluntad nos afecta a todos de forma directa. Mientras escribo estas líneas, pasan por mi mente muchas imágenes referentes a mí mismo en este territorio. La vida, con sus exámenes, va dando cuenta de nuestra existencia, y lo hace mostrándonos -aunque no queramos- si hemos sabido o no educar la voluntad para arribar a los puertos que nos habíamos planteado.
La voluntad es capacidad para hacer algo anticipando consecuencias; una disposición interior para anunciar o renunciar; algo propio del hombre, tanto como la inteligencia y la afectividad.
La razón nos hace distinguir lo accesorio de lo fundamental, nos enseña lo que es tener espíritu de síntesis y nos ayuda a ensayar una solución concreta en un momento determinado . La vida afectiva se expresa a través de los sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones, de las que ya hemos hablado.
La vía habitual es el sentimiento, que se define como un estado subjetivo, positivo o negativo, que suele tener un tinte difuso, etéreo, pero que nos permite tomarle el pulso a los impactos que nos rodean. Casi al mismo nivel sitúo yo la voluntad, algo que no se tiene porque sí, algo que no se recibe de forma hereditaria, como el color de los ojos, la estatura o el tipo morfológico.
La voluntad es una aspiración que exige una serie de pequeños ensayos y esfuerzos, hasta que, una vez educada, se afianza y produce sus frutos.
Para el niño y el adolescente, educar la voluntad significa en primer lugar huir del culto al instante (del latín instaras-antis: lo que está ahí), según el cual lo más importante es vivir lo inmediato.
Goethe escribía: «Detente, instante, eres tan bello». Todos los poetas han cantado a esos «momentos privilegiados», a esas experiencias puntuales tan relevantes y fecundas, sobre todo para las personas dedicadas a las tareas creativas. Sin embargo, un síntoma frecuente de escasa voluntad es buscar sólo la exaltación instantánea de lo más próximo.
Lo primero que necesitamos para ir domando la voluntad es ser capaces de renunciar a la satisfacción que nos produce lo urgente, lo que pide paso sin más. Lo inmediato puede superarse y rebasarse cuando existen otros planes, a los que nos hemos adherido y que han sido incluidos dentro de nuestro proyecto de vida, el cual no se improvisa, sino que se diseña. Esta concepción, lógicamente, supone muchas renuncias.
La existencia es vectorial: va desde el presente hacia el futuro, pero en ella todo tiene sentido, porque forma parte de un concepto general que tenemos de nuestra vida. Lo que empuja es el futuro, lo que está por llegar, y precisamente nos ilusiona porque nos conduce a la autorrealización. La alquimia de los estímulos se transforma merced a esa alegría de alcanzar algún día las metas propuestas.
La voluntad es determinación, firmeza en los propósitos, solidez en los objetivos y ánimo frente a las dificultades. Todo lo grande del hombre es hijo de la abnegación; así, por ejemplo, la entereza de volver a empezar, cueste lo que cueste, privándose uno de cosas buenas, pero que en ese momento exigen un recorte para después dirigirse hacia objetivos de mayor densidad.
Quien tiene educada la voluntad es más libre y puede llevar su vida hacia donde quiera. El hombre de nuestros días, convulsionado y un tanto perdido, deambula de un sitio a otro, muchas veces sin unos referentes claros. Cuando la voluntad se ha ido formando a base de ejercicios continuos, está dispuesta a vencerse, a ceder, a dominarse, a buscar lo mejor. En este sentido, podemos llegar a afirmar que no se es más libre cuando se hace lo que apetece, sino cuando se tiene capacidad de elegir aquello que hace más persona, cuando se aspira a lo mejor; y para ello, hay que tener una cierta visión de futuro.
La aspiración final de la voluntad es perfeccionar, aunque teniendo en cuenta que somos perfectibles y defectibles. Si hay lucha y esfuerzo, se puede ir hacia lo mejor; si hay dejadez, desidia, abandono y poco espíritu de combate, todo se va deslizando hacia una versión pobre, carente de aspiraciones, de forma que surge lo peor de uno mismo."
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