sábado, 29 de mayo de 2010

Almas Victimas... injusticia de Dios?




P. Ignacio Larrañaga
"Muéstrame tu Rostro"

Existen enigmas que han atormentado desde siempre el corazón humano.
“Se trata de acontecimientos absurdos, sin sentido ni lógica, que todos los días ocurren delante de nuestros ojos.
Vemos personas francamente buenas y las vemos rodeadas de infortunios y fracasos; y vemos, por otro lado, villanos bajo una lluvia de triunfos, salud y honores.
¿Quién entiende esto?
¿Qué ha pasado?
Dios ha trastocado los papeles: lo que le correspondía dar al uno lo ha dado al otro.
Como dice Bernanos, los unos están sufriendo y muriendo en lugar de los otros. ¿Pero no es esto una evidente injusticia? ¿Por qué hace Dios estas cosas?
Tímidamente vamos a aventurarnos a adelantar una explicación.

Dios necesita poner equilibrio entre las ganancias y las pérdidas, entre la cantidad de bien y de mal.
Vivimos en una sociedad singular en que ganamos en común y perdemos en común.
Sí, la Iglesia es como una sociedad anónima de intereses comunes, en la que hay un flujo y reflujo de bienes y en la que todos participamos por igual en las ganancias y pérdidas.
Y como en esta “sociedad” hay tanta hemorragia o pérdida de vitalidad por parte de los bautizados inconsecuentes, tendrán que equilibrarse las pérdidas de los unos con las ganancias de los otros. Ahora bien, como los bautizados que hacen perder vitalidad no serían capaces de hacer rendir vida a las “cruces”, por eso Dios se ve “forzado” a poner a los buenos en oportunidades dolientes para que les hagan rendir mérito y vida. Y de esta manera, Dios logra el equilibrio entre las ganancias y las pérdidas.
Para comprender mejor este misterio y para que la “explicación” del mismo resulte convincente, necesitamos asomarnos al fondo de otros dos misterios.

El Cuerpo de la Iglesia


No somos socios sino miembros de una sociedad especial, la cual es como un cuerpo que tiene muchos miembros, pero todos los miembros juntos forman una sola unidad. Cada miembro tiene su función específica, pero todos los miembros concurren complementariamente al funcionamiento general de todo el organismo (1 Cor 12,12).

Cuando se nos lastima el pie, ¿acaso lo dejamos sangrando, diciendo ¿qué tiene que ver mi cabeza con el pie? Cuando el oído está enfermo, ¿acaso dice el ojo: yo no soy el oído, qué tengo que ver contigo?. ¡No!, sino que cada miembro ayuda a los demás porque todos juntos constituyen el organismo. ¿Qué sería del brazo si no estuviera adherido al cuerpo? ¿De qué valdrían los ojos sin el oído, o los oídos sin los pies? (1 Cor 12,14-22)
Pero hay más: “Si un miembro tiene un sufrimiento, todos los demás miembros sufren con él, o si un miembro es honrado, gozan juntamente todos los miembros” (1 Cor 12,26)


Y aquí está precisamente el eje de la cuestión.
Si a nosotros se nos lastima tan sólo el dedo pequeño, es posible que la fiebre se apodere de todo el organismo: todos los miembros sufren las consecuencias. ¿Por qué las rodillas tendrían que sufrir las consecuencias del dedo pequeño? Porque ganamos en común y perdemos en común. ¿Perdió el dedo?, perdieron los miembros. ¿Sanó el dedo?, sanaron todos los miembros.

Existe, pues, en el interior de ese organismo que llamamos Iglesia una intercomunicación de salud y enfermedad, de bienestar y malestar, de gracia y pecado, igual que en los vasos comunicantes.

Según este misterio nosotros no podemos decir: ¿Por qué tengo que sufrir yo en lugar de un sacerdote desertor de Francia o en lugar de un banquero americano? ¿Qué tengo que ver con ellos? Sí, tengo mucho que ver.
Todos los bautizados del mundo estamos misteriosamente intercomunicados.
El misterio opera por debajo de nuestra conciencia.
Una vez injertados en este árbol de la Iglesia, la vida funciona a pesar de nosotros.
Esto aparece claro con un ejemplo. En mi organismo, yo no sé cómo funcionan el hígado o los pulmones, pero sé que funcionan. Yo no sé cómo es la relación entre el hígado y el cerebro, pero sé que existe tal relación, porque cuando el hígado funciona mal, hay que ver cómo me duele la cabeza. La vida profunda y misteriosa de mi entronque en el Cuerpo vivo de la Iglesia y de mi relación con todos los bautizados, yo no sé cómo funciona, pero sé que funciona.
Entonces, no es indiferente que yo sea un santo o un tibio.
Si gano, gana toda la Iglesia; si pierdo, pierde toda la Iglesia.
Si amo mucho, crece el amor en el torrente vital de la Iglesia.
Si soy un “muerto”, es la Iglesia entera la que tiene que arrastrar este muerto.
Hay, pues, interdependencia.
Con esta explicación, queda esclarecido el misterio y la espiritualidad de las “almas víctimas”.

Muéstrame Tu Rostro - Hacia la intimidad con Dios. Ediciones Paulinas

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R. Schutz
Vivir en el hoy de Dios.

"En nuestra vocación corremos el peligro de idealizar la pobreza.
Pero el evangelio no ha canonizado nunca la pobreza!
Para Cristo, el pobre es el humilde del pueblo, y también el que no utiliza sus riquezas con miras a poseer el alma del prójimo.
Cristo mismo ha vivido, y ha trazado un camino para los hombres: hallándose en medio de los pecadores, para alegrar su corazón, comprendiendo su humanidad, transforma el agua en vino. Ama a los desgraciados y se alza contra los ricos endurecidos; la tierra que les ha caído en suerte, no es, a fin de cuentas, 'del Señor con todo lo que contiene'?
La pobreza no es una virtud en sí misma.
El pobre del evangelio aprende a vivir sin prevenirse para el mañana, en la gozosa confianza de que todo se proveerá.
El Espíritu de pobreza no consiste en hacerse miserable, sino disponer de todo, en la simple belleza de la creación.
El espíritu de pobreza consiste en vivir en el gozo de hoy".

R. Schutz, Vivir en el hoy de Dios, Barcelona 1965, 98

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martes, 25 de mayo de 2010

Vivir para mi es Cristo



Senhor, preciso Te dizer que é impossível me esquecer
Que não estou só nesta batalha entre o bem e o mal
A cada nova experiência, eu Te glorifico mais
Te ter é a maior diferença em mim
Señor preciso decirte que me es imposible olvidar
que no estoy solo en esta batalla entre el bien y el mal
Cada nueva experiencia te glorifico más,
Tenerte es la mayor diferencia en mi.

Se os bons combates eu não combater
Minha coroa não conquistarei
Se minha carreira eu não completar
De que vale a minha fé tanto guardar
Si los buenos combates yo no combato
mi corona no conquistaré.
Si mi carrera no completo
de qué vale tanta fé guardar.

Se perseguido aqui eu não for
Sinceramente um cristão não sou
A Tua glória quero conhecer
Ver a experiência de sobreviver...
Si no fuese perseguido aqui
sinceramente cristiano no soy
Tu gloria quiero conocer
vivir la experiencia de sobevivir.

Viver pra mim é Cristo, morrer pra mim é ganho
Não há outra questão, quando se é cristão
Não se para de lutar
Vivir para mi es Cristo, morir para mi es ganar.
No hay otro cuestión, cuando se es cristiano
no se para de luchar.

Triunfarei sobre o mal, conquistarei troféus
Não há outra questão, quando se é cristão
Não se para de lutar... até chegar ao céu
Triunfaré sobre el mal, conquistaré trofeos
No hay otra cuestión, cuando se es cristiano
no se para de luchar... hasta llegar al cielo.

Se calarem o som da minha voz
Em silêncio estarei a orar
Se numa prisão me colocar
Eu vou Te adorar
Si callaran el sonido de mi voz
en silencio estare orando
Si en una prisión me colocasen
Yo te voy a adorar.

Se minha família me trair
Eu vou sonhar com Deus
Viver seus planos isso é parte
De uma carreira de cristãos
Si mi familia me traicionare
Voy a soñar con Dios
Vivir sus planes esa es la parte
de una carrera de cristianos.

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sábado, 22 de mayo de 2010

¡ Otórganos el Don de Entendimiento !



“Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nosotros el don de ENTENDIMIENTO.”
Angel Moreno - Martes 18 de Mayo del 2010

El don de Entendimiento abre al conocimiento creyente de los Misterios de la Salvación, traspasa la frontera de lo natural y comprende lo que subyace y se encierra en cada una de las verdades de nuestra fe; fortalece el don de la fe.
Sorprende hasta qué extremo es necesario este don del Espíritu. Ni María, la madre de Jesús, ni San José comprendieron la respuesta de Jesús, cuando lo encontraron en el templo, en Jerusalén (Lc 2, 50).

Constantemente, Jesús se encontraba con que no se comprendían sus palabras. Por ejemplo, ante la pregunta que le hicieron: “«¿Quién eres tú?» Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre.” (Jn 8, 25-27).

La adhesión a Jesucristo como Hijo de Dios es por fe, por don del Espíritu. Cuando Jesús preguntó a los suyos: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando, Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.» (Mt 16, 15-17)

Desde nuestra naturaleza y esfuerzo podemos investigar sobre las verdades reveladas, y llegar a objetivar los datos bíblicos con apoyo arqueológico, filológico o histórico, pero la opción de seguir a Jesucristo como Señor, Hijo de Dios, no es posible sin el don de la fe, sin el don de Entendimiento, por el que se nos da una comprensión distinta, teologal, de la revelación, y por el que se llega a la oblación de la mente, sin dejar de ser coherente con la razón.

Jesús les dijo a los dos discípulos de Emaús: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!» (Lc 24, 25). Y en tantos momentos nos sentiremos nosotros incluidos en la torpeza de querer interpretar las cosas de Dios desde nuestra razón. Y al no comprenderlas, hasta podemos justificar el éxodo de la fe.

“¡Ven, Espíritu Santo, ilumina los corazones de tus fieles con tu luz!” Sólo así podremos gustar lo que trasciende a toda sabiduría humana y permanecer en la certeza de lo que no podemos abarcar, pero sí aceptar y gustar.

El Don del Entendimiento fortalece el don de la fe, le presta la fuerza del testigo. No se arredra, ni se acompleja, porque comprende la verdad que encierran las palabras humanas con las que se explica el misterio divino.


Fuente: Ciudad Redonda

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Derrama sobre nosotros el Don de Temor de Dios !



Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nosotros el don de TEMOR DE DIOS

Ángel Moreno - Sábado 22 de Mayo del 2010

En un primer momento, la interpretación del significado de este don puede alimentar reacciones religiosas naturales de miedo ante Aquel que puede castigar, porque es Todopoderoso y, atribuyéndole reacciones a la manera de los humanos, se piensa que si se le ofende y tiene poder, puede responder de forma airada, vengativa, de la que no se puede huir ni esconderse, porque Él lo ve todo, lo sabe todo. Esta interpretación dista mucho de lo que significa el don de Temor de Dios del Espíritu Santo.

Se trata de un temor filial, reverencial, que evita ser temerario por excesiva seguridad en uno mismo. Es camino de humildad, de ser conscientes de la naturaleza frágil, pero a su vez con la certeza del acompañamiento de quien ha prometido estar a nuestro lado.

Si recordamos las palabras de Jesús, que dice explícitamente: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 26-27), la explicación del don de Temor de Dios y su vivencia deberán ser compatibles con el Evangelio.

Es diferente tener un corazón contrito, humilde, confiado, que estar atemorizado. El don del Espíritu mueve a dolor por haber ofendido a Dios, deja sentir la ingratitud que supone el pecado, la desobediencia a su voluntad. Pero siempre debe ser un sentimiento sereno, por la certeza de la misericordia divina.

El don de Temor de Dios, don del Espíritu, es muy necesario en todo tiempo para no errar en el trato con Dios, proyectando sobre Él deísmos que confunden y apartan de la fe. Actualmente, se justifica el exilio que algunos deciden de abandonar la Iglesia, en razón de la imagen terrible que se ha predicado de Dios. Sin caer en otra posible manipulación, como sería presentar a un dios bonachón, el Espíritu nos concede la respuesta de mantener una actitud de respeto y de confianza, a la vez, de temor a la propia debilidad y de amor.

El don de Temor significa responsabilidad en la administración de los dones recibidos y preocupación por ser solidarios con ellos y fieles a la gracia. "Queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios» (2 Cor 7, 1).

“¡Ven, Espíritu Santo, infúndenos el don de Temor de Dios!”
Fuente: Ciudad Redonda
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Barco a Vela

Eliana Ribeiro



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Força e Vitória

Eliana Ribeiro



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Só o Amor é a saida



Daniel con participación del padre Fabio de Melo.

¡ Ven Espíritu Santo !



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El Fuego abrasador

Marcos Vidal
preparando Pentecostes



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Camminate secondo lo Espirito



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viernes, 21 de mayo de 2010

¡ Derrama sobre nosotros el don de PIEDAD !




Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nosotros el don de PIEDAD
Ángel Moreno


Por el don de piedad nos hacemos conscientes de nuestra identidad de hijos adoptivos de Dios y de la fraternidad humana. Hijos en el Hijo, creados a imagen del Primogénito por el Hálito divino. Esta identidad, por gracia del Espíritu, se explicita en actitud dócil y respetuosa para con Dios y en gestos entrañables y solidarios para con los hermanos.
Por el don de piedad, el corazón de piedra se convierte en corazón de carne. “Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios.” (Ez 11, 19-20)

Ternura de Dios efundida en el corazón humano, entrañas divinas, prolongadas por los gestos piadosos de todos los que han sido hechos a imagen del Creador. Y ningún gesto más piadoso que el de María, la mujer que acogió en su seno al Verbo, que ella tomó carne, y de ella nació y por ella fue amamantado. El Hijo amado de Dios creció en el regazo de la Nazarena, balbuceó las primeras palabras ante la mirada silenciosa y contemplativa de María. Murió en la presencia fuerte de la Mujer bendita, que recibió el cuerpo yacente de Jesús con el dolor de una nueva maternidad.

La Piedad se aplica a María, el sexto dolor, y en ella recibimos la enseñanza de cómo relacionarnos con quien amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo, y con los que han sido redimidos por la sangre redentora.
Por el don de Piedad se vence todo inclinación intolerante, violenta, impaciente, y se reacciona con ternura, amabilidad, comprensión, perdón. Es el don que hace posible la convivencia por los sentimientos compasivos, fraternos, que nacen de la experiencia de llamar “Padre” a Dios, y de tratarlo como dador del don de la vida, participación sagrada que los humanos tenemos en Aquel que es la Vida.
Estamos invitados a acrecentar la civilización del amor, de la belleza, de la bondad, y no hay forma más elocuente de hacerlo que convertirnos en prolongadores, por gestos religiosos y humanitarios, de la vocación y mandamiento que nos dio Jesús, nuestro hermano mayor.

“¡Ven, Espíritu Santo, infúndenos el don de Piedad!”
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jueves, 20 de mayo de 2010

¡ Concédemos el Don de Ciencia !




Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nosotros el don de CIENCIA
Ángel Moreno - Jueves 20 de Mayo del 2010

Si por el don de Sabiduría llegamos al conocimiento de los misterios divinos, del Amor creador, por el don de Ciencia se nos concede valorar rectamente las realidades temporales, la creación.

Los juicios de valor sobre los hechos, los acontecimientos, los medios, suelen estar afectados por ideologías, partidismos, intereses, parcialidades subjetivas, deformación…

El relativismo, la cultura actual, los afanes políticos, las corrientes de pensamiento dominante suelen determinar el modo de comprender, de estimar o de rechazar las distintas realidades.

Cabe acoger o rechazar la revelación, someterla a los criterios humanos o aceptarla como luz que ilumina toda la historia.

“La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 9-11).

Jesús, en diversas ocasiones, advierte del riesgo de pensar según el mundo y no según Dios. A su vez, nos promete el regalo del Espíritu de la Verdad, que nos guiará a la verdad plena. Don que debemos pedir y acoger, para obrar con rectitud de corazón y con la mayor objetividad.

“Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros.” (Jn 14, 16-17)

La verdad nos hace libres. Por la presencia del Espíritu en el corazón de los creyentes es posible permanecer con criterio diferente, en un ambiente hostil, sin caer en posiciones fundamentalistas, sino como servidores de la verdad. “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio” (Jn 15, 26-27).

Por el don de Ciencia se nos concede el detector para discernir la verdad de la mentira, y se nos hace posible estimar la creación entera como criaturas, descubrir la belleza y armonía que contiene todo lo creado, sin caer en ninguna idolatría.

“¡Ven, Espíritu Santo, y concédenos el Don de CIENCIA”!


Fuente: Ciudad Redonda

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Que hacer después de una traición?

Padre Fabio de Melo




Sitio Oficial:
http://www.fabiodemelo.com.br/

¡ Derrama el Don de Consejo !




Ven, Espíritu Santo,
y derrama sobre nosotros el don de CONSEJO.

Ángel Moreno - Miércoles 19 de Mayo del 2010

El don de Consejo es necesario para saber elegir en el día a día lo que Dios quiere, no sólo lo que es lícito, sino lo que es mejor; es tener el discernimiento interior para optar por “lo bueno, por lo que le agrada a Dios, por lo perfecto” (Rm 12, 2). De este don depende la conciencia formada y recta, la delicadeza y sensibilidad de la misma conciencia.
Gracias al Don de Consejo, se apuesta por la voluntad divina, se sigue la insinuación del Espíritu. El salmista “bendice al Señor que le aconseja, que hasta de noche le instruye internamente” (Sal 16 [15], 7).

San Pablo, después de su conversión, da testimonio de cómo siguió la directriz del Espíritu: “Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia…” (Gal 1, 15-17).

Por la obediencia al don de Consejo se acierta en la elección de forma de vida, en el discernimiento de la vocación. Para seguir la insinuación del Espíritu Santo se debe permanecer atento a los signos que acompañan sus sugerencias; Él es el Abogado, el Defensor, el Paráclito.
El Espíritu actúa sin violencia y es fiel. No se impone, a pesar de que no cesa en su acompañamiento. No compite, pero se deja notar por la paz del corazón. No abandona, aunque se tarde en percibirlo. Es como el ojo de la conciencia, el oído del corazón, la luz en el horizonte, hacia donde se deben dirigir los pasos.

En el bautismo se nos concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones (CIC 1266). Por la Confirmación se “aumentan en nosotros los dones del Espíritu Santo” (CIC 1302). El Espíritu se comunica a través de mediaciones. “En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es necesario también examinar nuestra conciencia en relación con la Cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia.” (CIC 1785)

¡”Ven, Espíritu Santo, e infúndenos el don de CONSEJO”!

fuente: Ciudad Redonda

domingo, 16 de mayo de 2010

En oración hay que ser pobres



PARA QUE TODA LA VIDA SE CONVIERTA
EN ORACIÓN HAY QUE SER POBRES

Cuando soy liberado por el silencio, cuando dejo de estar implicado en la medición de la vida y me aplico a vivirla, puedo descubrir una forma de oración donde efectivamente no existe distracción. Toda mi vida se convierte en una plegaria. Mi silencio entero está colmado de oración. El mundo de silencio en el que estoy inmerso contribuye a mi plegaria.

La unidad, que es obra de la pobreza, reúne todas las heridas del alma y las cicatriza. Mientras permanezcamos pobres, mientras estemos vacíos e interesados solamente en Dios, no podremos ser distraídos. Pues nuestra misma pobreza nos impide que seamos “tironeados” (dis-traídos).

Si la luz que está en ti es oscuridad...

Supongamos que mi “pobreza” sea un hambre secreta de riquezas espirituales; supongamos que al simular la vaciedad, al simular que estoy en silencio, en realidad trato de adular a Dios enriqueciéndome con alguna experiencia ¿entonces qué? Entonces todo se convierte en una distracción. Todas las cosas creadas interfieren mi búsqueda de alguna experiencia especial. Debo cerrarles la puerta, o me harán pedazos. O peor: me convierto en una distracción. Pero, lo más desdichado de todo: si la plegaria se centra en mí mismo, si sólo aspira al enriquecimiento de mi propio ser, mi plegaria será mi mayor distracción potencial. Lleno de mi propia curiosidad, he comido del árbol del conocimiento y me he arrancado de mí mimo y de Dios. Me quedo rico y solo, y nada puede aliviar mi hambre: todo lo que toco se vuelve una distracción.

Dejadme buscar
el don del silencio, la pobreza y la soledad,
donde todo lo que toque
se convierta en plegaria;
donde el cielo sea mi plegaria,
los pájaros sean mi plegaria,
el viento en los árboles sea mi plegaria,
pues Dios está en todas las cosas.

Para que esto suceda debo ser realmente pobre. Nada debo procurar, sino que debo contentarme con lo que reciba de Dios. La verdadera pobreza es la del mendigo que se alegra de recibir limosnas de cualquiera, pero especialmente de Dios. La falsa pobreza es la del hombre que simula poseer la autosuficiencia de un ángel. Por esta razón, la pobreza verdadera consiste en recibir y dar gracias, sólo conservar lo que necesitamos consumir. La falsa pobreza simula no necesitar, simula no pedir, se esfuerza por procurarlo todo y rehúsa la gratitud por cualquier cosa.

Thomas Merton
“Pensamientos en la soledad” Ed. LUMEN

Mi parte en el milagro

Minha parte do milagre



Programa "Dirección Espiritual"
19 de marzo de 2009
Cançao Nova

jueves, 13 de mayo de 2010

¡ No tardes !



Salmo 69
P. Carlos Valles sj

Sé que existe la virtud de esperar, Señor, pero también sé que hay ratos en la vida en los que la espera no es posible, la urgencia del deseo se impone a toda paciencia y pide a gritos tu ayuda y tu presencia. Mi capacidad de aguante es limitada, Señor, muy limitada. Respeto, desde luego, tus horarios secretos, y adoro tu divina voluntad; pero ardo en impaciencia, Señor, y es inútil que trate de ocultar la vehemencia del deseo con el velo de la conformidad. Sé que estás aquí, que puedes hacerlo, que has de actuar... y no puedo soportar el retraso de tu intervención cuando profeso creer en la prontitud de tu amor.

“Dios mío, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.”

Me doy cuenta de que los días se acortan cuando llega el invierno. Al llegar el invierno de la vida, mis días son también cada vez más cortos, y me da miedo pensar que mi vida puede desvanecerse antes de que yo logre lo que quiero lograr y llegue a donde quiero llegar, antes de que llegue hasta ti y logre la plenitud en tu presencia. El miedo que me enfría los huesos es el pensar que pronto puede ser ya muy tarde, que cuando despierte puedo haber perdido para siempre la oportunidad, que mi vida puede quedar sin lograrse y mis ideales sin conquistar. Sí, desde luego, confío que en tu misericordia no me rechazarás; pero temo que la plenitud de la vida, los sueños de mi fe, los deseos de mi corazón, queden sin cumplirse en la breve existencia que me ha tocado. Por eso suplico: date prisa, Señor; ¡no tardes!

¿No he esperado ya bastante? ¿No has contado los largos años de mi formación, mis estudios, mis oraciones, mis vigilias, las horas que he pasado en tu presencia, la vida que he gastado en tu servicio? ¿No basta con todo eso? ¿Qué más he de hacer para conseguir tu gracia y cambiar mi vida? Siempre las mismas debilidades, los mismos defectos, el mismo genio, las mismas pasiones. ¡Ya me he aguantado bastante a mí mismo! Quiero cambiar, quiero ser una persona nueva, quiero darte gusto a ti y hacer la vida agradable a los que viven conmigo. No espero milagros, pero sí pido una mejoría.

Quiero sentir tu influencia, tu poder, tu gracia y tu amor. Quiero ser testigo en mi propia vida de la presencia redentora que mi fe adora en ti. Quiero hacerlo bien, quiero ser cariñoso, quiero ser fiel contigo y amable con todos. A pesar de todas mis limitaciones, que reconozco, quiero ser leal y sincero. Y para eso necesito tu ayuda, tu gracia y tu bendición.

“Yo soy un pobre inútil:
Dios mío, socórreme, que tú eres mi auxilio y mi liberación.
¡Señor, no tardes!”


Padre Carlos Valles sj

domingo, 9 de mayo de 2010

Direção Espiritual

O que é Direção Espiritual?

A Fonte interior



"Sempre que nos sentimos esgotados,
é sinal de que não estamos a beber
da nossa fonte interior
mas sim da água turva de outras fontes.
Aquele que dá aos outros
só para receber reconhecimento,
depressa fica exaurido.
No fundo, aquilo que os outros querem
não é assim tão importante.
Temos de procurar dentro de nós
aquilo que achamos certo.

Só reconciliando-nos connosco próprios
é que se torna possível alcançarmos
os nossos recursos interiores.

Quando bebemos das nossas fontes
mais íntimas e mais límpidas,
conseguimos trabalhar mais e melhor.
E fá-lo-emos com alegria e energia renovada.
A nossa própria fonte dá nova frescura
ao corpo e à alma
e isso vê-se em tudo o que fazemos.

Se viveres da tua fonte interior,
a tua vida dará muito fruto.
Não te deixes pressionar pela necessidade
de alcançar muitos feitos e de ter de demonstrar
aos outros o que quer que seja.
O mais importante é reconheceres
a fonte interior que te dá vida."

Anselm Grün, em "Em cada dia... um caminho para a felicidade"

miércoles, 5 de mayo de 2010

La Gracia hace su Obra


THOMAS MERTON (1915-1968)
Angel Sanz Arribas, cmf - Miércoles 05 de Mayo del 2010
Fuente: http://www.ciudadredonda.org/


“Lo que hoy se nos pide no es tanto hablar
de Cristo como dejarle vivir en nosotros de
tal suerte que el mundo pueda presentirlo...”


Querido Fray Thomas:

Hace muchos años tropecé, en un libro, con esta nota telegráfica: "Thomas Merton: monje y escritor norteamericano (1915-1968)". ¡Monje, escritor, norteamericano!, tres palabras que, unidas, aguzaban mi curiosidad. Merecía la pena comprobar y ampliar esos datos para acercarse un poco a tu historia.

Claro que fuiste monje... la mitad de tu vida. Pero ¿qué hiciste de la otra mitad?: ¿qué fue de aquellos 27 años que estabas a punto de cumplir cuando ingresaste en la abadía de Gethsemani -montañas de Kentuky- a finales de 1941? Cierto, además, que destacabas como escritor. Más de 50 libros llevan tu firma y eres reconocido como poeta, biógrafo y autor de escritos espirituales. Acaso haya que anotar el juicio implacable que lanzas sobre algunos de esos libros al calificarlos de 'terriblemente malos'; pero, cuidado, el conjunto de tu obra lleva el sello de un escritor de raza y de una originalidad y una sensibilidad nada comunes.

Sé, por fin, que viviste, sobre todo, en EE UU. Pero eras francés, nacido en Prades, al lado de la frontera española, y te sentías orgulloso de tus orígenes. Aquella tierra te parecía el "marco adecuado para las mejores catedrales, las más interesantes ciudades, los monasterios más fervientes y las mayores universidades". ¿Sería esto, junto con tus viajes y tu rica experiencia espiritual y humana, lo que te convirtió en ciudadano del mundo?

En todo caso, tu aportación más interesante para católicos y ateos, para las élites de la cultura y para el hombre de la calle, no es tu obra sino tu experiencia. Interesa la obra como reflejo de una vida y de la reflexión sobre ella. Se explica así el éxito de La Montaña de los siete círculos, libro del que sólo en el primer año se agotan dos millones de ejemplares. Se convertirá en best-seller por ser tu autobiografía, es decir, el reflejo de tu mundo interior. Y es que al lector le ha fascinado acercarse a un monje que destaca por su inquietud espiritual, su sensibilidad moderna, su conocimiento de la vida y su evidente sinceridad. O sea, porque tu experiencia fue distinta, amplia y sobre todo intensa; tal vez porque también fue dura.

¿He dicho dura? Impresiona leer en el primer capítulo de tu primer libro esta sencilla confesión: "No fui el hijo soñado por nadie". Y es que de muy niño ya percibías que tu madre había soñado con 'otro' hijo más acorde con sus expectativas. Sin embargo, cuando, a tus seis años ella muere, experimentas un vacío, como no podía ser menos. Diez años después pierdes al padre y te sientes totalmente desamparado. Tu paisaje interior semejaba un desierto. O una escombrera. "No había lugar ya para un Dios en este templo vacío, lleno de polvo y escombros".

Quedan tu hermano John Paul y tus padres adoptivos. Quedan tus ansias de libertad sin freno -"la veneración a mi propia y estúpida voluntad-". El año de becario en Cambrigde, que hubiera podido serenarte, te desajusta más todavía. El wisky, la nicotina, la adicción al cine, el juego con tus sentimientos más nobles... ¿Qué sentiste cuando te comunicaron que tu joven amiga te había dado un hijo? Tus padres adoptivos te liberan de las complicaciones financieras de este hecho, que hubieran podido terminar de ahogarte. Pero se puede atisbar algo de tu drama interior: "Mi propia imagen reflejada en el espejo me daba asco". ¿Y cuando te enteras de que tu hijo y su madre han muerto durante un ataque aéreo en Londres? "En tres meses de verano de 1931 maduré como una cizaña". Fue un espejismo terrible. Te crees independiente y es entonces -confiesas- cuando "me convertí en un hombre con la sangre envenenada, viviendo en la muerte".

Pero en lo hondo de lo hondo se oía un hilillo de voz que te inquietaba y a la vez te daba sosiego. Un año después de la muerte de tu padre viajas a Roma, y una noche "todo mi ser se rebelaba contra lo que había dentro de mí [...], por primera vez en toda mi vida empecé verdaderamente a rezar... rogando a Dios que me ayudara a liberarme de los miles de cosas terribles que retenían mi voluntad esclavizándola". A la mañana siguiente escalas el Aventino "con un alma despedazada de contrición" y en la iglesia de Santa Sabina haces algo nuevo para ti: "tomé agua bendita en la puerta, marché rectamente a la barandilla del altar, me arrodillé y dije despacio, con toda la fe que había en mí, el padrenuestro". Pero qué difícil es subir la cuesta con un fardo sobre los hombros: “Este fervor religioso, real pero temporal”, -escribes- “se enfrió y desapareció”. ¿Del todo?
No; la gracia seguía haciendo su obra.

Cuando a tus diecinueve años pasas a EE UU y estudias en la Universidad de Columbia quieres, comprometerte en favor de los más débiles. Has idealizado el comunismo y entras en ese mundo de mítines, huelgas, proclamas, e incluso te ves un día con dos grades carteles colgados delante y detrás, pero terminas pronto desengañado. Poco a poco vas poniendo las cosas en su sitio, incluso a Dios, que no tardará de ocupar el centro de todo. El 1 de noviembre de 1938 recibes el bautismo como católico. Tres años después ingresas en la Trapa, donde sientes “el abrazo del silencio”.

En 1942 catequizas, y con qué emoción, a tu hermano, que manifiesta una sed insaciable de saber y termina recibiendo el bautismo meses antes de su trágica muerte, cuando en una acción militar su avión cae al Mar del Norte. ¿Recuerdas el comienzo del poema que le dedicaste?: “Dulce hermano, en las horas que no duermo / para tu tumba son mis ojos flores”. Tu vida monástica se entreteje con horas diarias de oración, de meditación, de trabajo físico, de escritura de libros, atento, eso sí, a las indicaciones de la obediencia. Y el 26 de mayo de 1949 recibes temblando la ordenación sacerdotal. Días después escribirás: “La Misa se adueña de mi ser y me sume en un recogimiento que me hace preguntarme por qué me ocupo de otras cosas”. Por fortuna no pierdes el humor ni la apertura a los hermanos, y entiendes el monasterio: como "una escuela en la que aprender a ser feliz".

En diciembre de 1968 acudes, en Bangkok a un encuentro de superiores monásticos del Extremo Oriente. Abordas allí los retos del marxismo al monacato. Luego, en el diálogo que sigue a tu exposición, dices sencillamente: “Lo que hoy se nos pide no es tanto hablar de Cristo como dejarle vivir en nosotros de tal suerte que el mundo pueda presentirlo por la manera como vive en nosotros”. Fue tu testamento. Poco después morías electrocutado. Tu rostro, constatan tus hermanos trapenses, “reflejaba una paz amplia y profunda”.

domingo, 2 de mayo de 2010

Palabra de Vida - Mayo 2010

"El mundo precisa una terapia de Evangelio. Por eso vivimos la Palabra de vida.
Apenas sólo una de ellas podría cambiar el mundo.
Y todos pueden vivirla porque Jesus es Luz para cada hombre"

“El que me ama será amado por mi Padre,
y yo lo amaré y me manifestaré a él”

(Jn. 14,21)1


En el último discurso de Jesús, el tema central es el amor: el amor del Padre por el Hijo, el amor por Jesús, que es observancia de sus mandamientos.
Aquellos que escuchaban a Jesús no tenían que esforzarse para reconocer en sus palabras un eco del Libro de la Sabiduría: “amarla, es cumplir sus leyes” y “se deja contemplar fácilmente por los que la aman”. Y sobre todo ese manifestarse a quien lo ama encuentra su paralelo en el Antiguo Testamento, en el libro de la Sabiduría, (Capítulo 1, versículo 2), donde se dice que el Señor se manifestará a quienes creen en él.
Entonces el sentido de esta Palabra que proponemos es: el que ama al Hijo es amado por el Padre, y es amado por el Hijo, que se le manifiesta.

“El que me ama será amado por mi Padre,
y yo lo amaré y me manifestaré a él”
(Jn. 14,21)1


Tal manifestación de Jesús requiere amar. No se concibe un cristiano que no tenga este dinamismo, esta carga de amor en el corazón. Un reloj no funciona, no da la hora –y se puede decir que ni siquiera es un reloj– si no tiene pila. Así, un cristiano que no está siempre en la tensión de amar, no merece el nombre de cristiano.
Y esto porque todos los mandamientos de Jesús se resumen en uno solo: en el del amor por Dios y el prójimo, en el cual se puede ver y amar a Jesús. El amor no es mero sentimentalismo sino que se traduce en vida concreta, en el servicio a los hermanos, especialmente a aquellos que están cerca de nosotros, comenzando por las pequeñas cosas, desde los servicios más humildes.

Dice Charles de Foucauld: “Cuando se ama a alguien, se está muy proyectado en él, se está en él a través del amor, se vive en él a través del amor, no se vive más en sí mismo, se está “desprendido” de sí mismo, “fuera” de sí mismo”.
Y es por este amor que se abre camino en nosotros su luz, la luz de Jesús, según su promesa: “A quien me ama... me manifestaré”. El amor es fuente de luz: amando se comprende más a Dios que es amor.

Esto hace que se ame todavía más y se profundice la relación con los prójimos. Esta luz, este conocimiento amoroso de Dios es por lo tanto la confirmación, la prueba del verdadero amor. Y se la puede experimentar de varios modos, porque en cada uno de nosotros la luz asume un color, una tonalidad propia. Pero también tiene características comunes: nos ilumina sobre la voluntad de Dios, nos da paz, serenidad, y una comprensión siempre nueva de la Palabra de Dios. Es una luz cálida que nos estimula a caminar en el camino de la vida de un modo cada vez más seguro y desenvuelto. Cuando las sombras de la existencia hacen que nuestro camino sea incierto, cuando nos quedamos incluso bloqueados por la oscuridad, esta Palabra del Evangelio nos recordará que la luz se enciende con el amor y que bastará un gesto concreto de amor, aunque sea pequeño (una oración, una sonrisa, una palabra), para darnos ese tenue resplandor que nos permite ir adelante.

Antes, el farol de las bicicletas se iluminaba gracias a la corriente de la dínamo activada por el movimiento de la rueda delantera. Al ir en bicicleta de noche, si uno se detenía, caía en la oscuridad. Sólo recomenzando a pedalear era posible iluminar el camino.
Así es en la vida: basta que volvamos a poner en movimiento el amor, el verdadero, ese que da sin esperar nada, para volver a encender en nosotros la fe y la esperanza.

Chiara Lubich
Publicación mensual del Movimiento de los Focolares
1. Este texto fue publicado en mayo de 1999.

La gracia se mueve



"La fe y la esperanza encienden la llama de la perseverancia;
y la perseverancia es la garantía del éxito progresivo y final.
Para sacar fuerzas de flaqueza y para sacar perseverancia de la esperanza,
el cristiano necesita apoyarse decididamente en la fe,
que consiste no en sentir, sino en saber;
saber que, a pesar de que no se ve el movimiento,
la gracia se mueve;
se mueve porque la gracia es vida
y la vida es movimiento.

Yo no siento el movimiento de mi hígado, riñones, intestinos...;
sin embargo, sé, tengo la certeza de que todo eso está en perpetuo movimiento.
Es la certeza de la fe.

La fe toma al cristiano y lo lleva al abandono;
abandono en las manos de la sequedad, de la oscuridad,
de la impotencia para rezar;
no resistir nada, dejarse llevar lleno de paz por la corriente de la insensibilidad y de la apatía.
Vendrán días mejores."

Ignacio Larrañaga
"Muéstrame tu Rostro" p.194

sábado, 1 de mayo de 2010

Mes de Maria

Para llegar más lejos



El hombre con voluntad llega en la vida más lejos que el inteligente.
“La conquista de la voluntad” Enrique Rojas.

"Esta afirmación requiere ser explicada. Los dos ingredientes más importantes de nuestra psicología son la inteligencia y la afectividad, de donde nacen dos tipos humanos contrapuestos: el eminentemente racional y el afectivo. Pero entre ambos modelos existen otros tipos intermedios de personalidad, en los que junto al predominio de una u otra característica citada se manifiestan otros elementos psicológicos: sensibilidad, creatividad, memoria, pensamiento, etc. Pero en esencia son dos los cultivos básicos.

Cuando Flaubert escribió La educación sentimental, nunca pudo pensar que estaba diseñando un modelo afectivo para esa segunda mitad del siglo XIX ni las repercusiones que éste tendría . Después, con la llegada de Freud y las distintas psicologías, el tema se ha hipertrofiado.

Pues bien, si el amor y la razón son dos grandes argumentos en la vida del hombre, la voluntad es el puente entre ellos, de tal modo que les da firmeza con su entrenamiento. Una persona muy inteligente, pero que no ha ido poniendo la voluntad en los objetivos previstos, antes o después, se dirige hacia una travesía irregular, zigzageante, hasta salirse de las líneas trazadas.

En cambio, una persona con una inteligencia media, pero con una voluntad férrea, ordenada y constante, con disciplina y autoexigencia, llega al destino trazado, aunque sea con poca brillantez. Un ejemplo de lo que hemos expuesto lo vemos en el estudiante. Hace unos años, dos psicólogos americanos, Harry Clemes y Bear, publicaron un libro que alcanzó una gran resonancia: How to discipline children without feeling guilty, sobre cómo inculcar disciplina a los niños.

El texto es sencillo, pero está repleto de sentido común y de observaciones que surgen en la vida cotidiana: los niños con frecuencia suelen convertirse en problemáticos, generalmente por el mal funcionamiento del ambiente familiar en el que viven; los castigos son buenos siempre que tengan un fondo estimulante y se apliquen con suavidad, ya que son útiles para cambiar el comportamiento inadecuado. Los padres dan seguridad y confianza a un niño cuando saben educarlo con psicología; la coherencia que éstos le aporten es el mejor indicador de que la educación es correcta.

Skinner, uno de los padres de la psicología conductista, decía que del buen manejo del binomio premios y castigos dependía que los niños tuvieran una buena o mala educación.

Hay que empezar siempre por tareas pequeñas e insistir una y otra vez en ellas, sin desalentarse. Enseñar una disciplina conlleva una mezcla de autoridad y cariño, porque la severidad por sí misma no es estimulante, al contrario, produce unos efectos de impotencia ante la tarea que se tenga delante. La educación de la voluntad debe estar educada sobre la alegría, que nos conducirá poco a poco a ser mejores, pero que no hay que confundir con hacer grandes gestas, cosas increíbles, ni renuncias extraordinarias.

Para fortalecer la voluntad lo mejor es seguir una política de pequeños vencimientos: hacer las cosas sin gana, pero sabiendo que ésa es nuestra obligación; después, llevar a cabo otras tareas que cuestan, porque sabemos que es bueno para nosotros; y, más tarde, abordar aquello otro, aunque no apetezca, porque ésa será la manera de irnos haciendo hombres íntegros; finalmente, negarnos aquel pequeño capricho, para entrenarnos en el arte de ser más dueños de nosotros mismos.

Así consigue una persona subirse en el jumbo de los propósitos y las pequeñas resoluciones, a base de lo menudo. Ahí debemos buscar el campo de adiestramiento, que nunca se debe desestimar porque parezca superfluo: cuidar el horario, ser ordenado en las cosas que uno maneja, planificar las cosas que se deben hacer, cuidar los detalles en la convivencia con los demás, saber aprovechar bien el tiempo, aceptar las contrariedades en el devenir de cada día.

Un hombre capaz de obrar así, va adquiriendo una especie de fortaleza amurallada: se hace un hombre firme, recio, sólido, pétreo, compacto, muy difícil de derrumbar. En esas cualidades inician su vuelo las personas de categoría, que con el tiempo llegarán a ser dueños de sí mismos y lograrán las cimas con las que habían soñado. Alguien con voluntad, si persevera, puede conseguir que sus sueños se hagan realidad.

Ovidio decía en una célebre sentencia: «Vídeo meliora proboque sed deteriora sequor» («Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor»). Se necesitan factores de corrección. ¿Por qué? Porque una cosa es tener claro lo que uno debe hacer, lo más conveniente, y otra, muy distinta, aplicarnos en esa vertiente. Ahí entra de lleno la debilidad humana. La voluntad significa capacidad para hacer, para aplicarse, para trabajar en algo que previamente se ha elegido como bueno porque sus resultados serán positivos.

La voluntad nos hace operar sobre la realidad para sacarle el mejor partido; no hay que buscar el éxito resonante e inmediato, sino la victoria en las pequeñas batallas, en escaramuzas, que cada vez nos fortalecen más en la lucha. Estar educado para recibir el placer inmediato es la mejor manera de sentirse uno traído, llevado y tiranizado por el instante más cercano y que más apetece.

Por ese camino, uno no llega a vencerse; al contrario, está desentrenado, porque se siente constantemente derrotado, cuando no satisface lo que le pide el momento inmediato, con esa urgencia tan típica de los que no saben decir no con alguna frecuencia, pues están acostumbrados a entrar siempre por el camino más fácil: el de la complacencia en lo cercano.

La voluntad conduce al más alto grado de progreso personal, cuando se ha obtenido el hábito de hacer, no lo que sugiere el deseo, sino lo que es mejor, lo más conveniente, aunque, de entrada, sea costoso. Toda la publicidad se apoya en lo contrario: estimular el deseo y crear necesidades inmediatas al telespectador, al ciudadano."