domingo, 27 de junio de 2010

La Palabra de Dios en la vida de los grupos de oración




Los distintos grupos de oración de la RCC, de cualquer parte del mundo, desde ese momento inicial en 1.967, en la Universidad de Duquesne, en los Estados Unidos, han nacido siempre al socaire y al calor de la palabra. Palabra de Dios, que -como dice Juan- "se hizo carne y habitó entre nosotros, de la que hemos visto su gloria, llena de lealtad y fidelidad " (Jn 1, 14) y palabra de los hermanos, por cuyo testimonio, de la Palabra de Dios, se han ido convocando e invitando, de boca a boca, para dar lugar a la expansión de la RCC y la constitución de nuevos y numerosos grupos de oración.

De hecho, uno de los grandes méritos de la RCC es, precisamente, acercar la Palabra de Dios al pueblo, a los hermanos. Hasta esa fecha, normalmente, los católicos erámos vistos, desde otras confesiones, como los cristianos de los sacramentos, de la liturgia, de la devoción y la moral, pero no de la Palabra de Dios, lo que se predicaba fundamentalmente de los protestantes y evangélicos. Gracias a este profundo amor por la Palabra de Dios, propio de la RCC, los católicos han aprendido a orar, a alabar, a interceder y, lo que es también más importante, a dar testimonio y razón de su fe, por medio de la Palabra de Dios.

Así, la Palabra de Dios adquiere su lugar central en la vida de la Iglesia, las comunidades, los grupos y los hermanos, lo que ahora ha redescubierto la Iglesia a la luz de la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, era ya una gozosa vivencia y experiencia en las comunidades y grupos de oración de la RCC:

PALABRA de DIOS: Para motivar la alabanza, para descubrir la Gloria de Dios, para dejarnos empapar de su Misericordia, para sondear el corazón amoroso del Padre, para dar gracias por su obra maravillosa en cada uno de los hermanos y en nosotros. "Entonces creyeron en su Palabra y cantaron su alabanza" (Sal 106, 12)

PALABRA de DIOS: Para introducir al grupo en la propia oración, para que sea sustento y apoyo para el resto de la semana, para que sea motivo de inspiración, para que vaya regando los surcos de los terrones secos de nuestro corazón. "Lo que cae en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen y dan fruto con perseverancia." (Lc 8, 15)

PALABRA de DIOS: Para interceder por los hermanos, para encontrar la palabra correcta con la que orientar al hermano que anda perdido, para saber consolar, para saber orar, para saber descubrir las necesidades de nuestros hermanos y presentarlas ante el Trono de Misericordia de nuestro Señor. "¿Te parecen poco los consuelos de Dios y la palabra suave que se te insinúa?" (Jb 15, 11)

PALABRA de DIOS: Para discernir la vida del grupo, para encontrar la voluntad del Señor, para que se haga su voluntad y no la nuestra, para que nos eduque y nos guíe en los caminos del Señor. "Respondió María: Aquí tienes a la sierva del Señor: que se cumpla en mí tu Palabra." (Lc 1, 38).

PALABRA de DIOS: Para consolar a su pueblo, para alentarlo, para que siga caminando, para denunciar aquello que no es de Dios, para indicar horizontes nuevos y designios amorosos del Señor hacia su pueblo. "Si el Señor lo quiere, él se llenará de espíritu de inteligencia; Dios le hará derramar sabias palabras" (Eclo 39, 6)

Aunque la Palabra de Dios comienza diciendo: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra..." (Gn 1, 1) y concluye con el "Amén" final del Apocalipsis (Ap 22, 21) y es Palabra de Dios Padre, para nuestra edificación y salvación, y ya no va a haber más Palabra de Dios al respecto, no menos cierto es que la Iglesia, las comunidades y los grupos de oración, dinamizados como están en la historia por la acción defensora del Espíritu Santo, siguen necesitando de la Palabra de Dios para seguir caminando, y aunque esa es la tarea de nuestros pastores, de nuestros catequistas y predicadores, la de amoldar la Palabra de Dios al mundo y las circunstancias de hoy, con todo el Espíritu Santo sigue suscitando -de forma común a todos los bautizados-, y especialmente a los que se hacen más conscientes de ello por su vivencia carismática, dones y carismas nuevos relacionados con la Palabra: Estos son la Palabra de Conocimiento, la Palabra de Inspiración y la Palabra de Sabiduría-.

LA PALABRA DE CONOCIMIENTO

Una palabra de conocimiento es una inspiración del Espíritu por la que un hermano puede recibir información o "conocimiento" sobre una persona, otro hermano o cualquier otra situación o necesidad. Puede oírse, por ejemplo, a un hermano, en un grupo de oración, en una celebración o en una intercesión, decir algo como "Hay alguien en esta sala hoy que ha estado huyendo de un trauma desde su infancia. El Señor quiere que sepa que le ama y quiere que deje de sufrir". A veces, para mayor Gloria de Dios, puede ser tan específica como para llegar a decir: "Hay aquí un hombre que lleva una camisa azul. El Señor está sanando su espalda".

Efectivamente, el hermano que pronuncia esas palabras lo hace por que el Señor le anima a hacerlo, ya que es del todo imposible pensar que supiese que el de la camisa azul sufriese de espalda, o que hubiese alguien con un trauma infantil en una sala llena de gente. Esa es la palabra de conocimiento, aunque parece muy efectista en su momento, es la más fácil de discernir, si se trata de Dios o de obra humana, ya que bastará para corroborarla el que el hombre de la camisa azul padezca de la espalda, primero, y sane, después.

Esta palabra de conocimiento no es nueva en la Iglesia, Jesucristo ya le dijo a la Samaritana que "sabía que andaba en tratos con cinco hombres a la vez" y todos hemos tenido la experiencia de santos sacerdotes que, en el reclinatorio del confesionario, han sabido escudriñar nuestros corazones como si nos conocieran de toda la vida, y de todos ellos el más famoso y el más santo, el Santo Cura d'Ars, San Juan María Vianney.

LA PALABRA DE SABIDURÍA

Una palabra de sabiduría está más bien relacionada con el don mismo de la sabiduría que confiere el Espíritu Santo a todos los bautizados, que se renueva en la confirmación, y hacemos vida en la efusión del Espíritu Santo y en nuestra vida carismática. Esta sabiduría consiste en entender, o hacer entender a los demás, de repente, y con argumentos nuevos y comprensibles, un misterio de Dios, un pasaje de la escritura, o el sentido de la voluntad de Dios. Tanta palabra de sabiduría tiene una madre cuando, armada de fe y de paciencia, explica a su hijo de cuatro años la muerte del abuelo y el "cielo", y el niño lo entiende, como Jesucristo cuando desbancaba a los fariseos en sus constantes ataques dialécticos, o el niño de la tradición que enseñó a San Agustín que el amor trinitario no cabe en cabeza humana, como no lo hace el mar en un hoyo de la orilla.

LA PALABRA DE PROFECÍA

La profecía, aunque antes hayamos dicho que la escritura, como Palabra de Dios, está conclusa, no está muerta, que son conceptos completamente diferentes. Nadie se atrevería a dudar hoy en día del carácter profético de las denuncias de Dom Helder Cámara, por los derechos de los más desfavorecidos, o de Monseñor Romero, o de la Madre Teresa de Calcuta, que hiceron de su vida denuncia profética; o acaso nadie duda que Juan XXIII, al convocar el Concilio Vaticano II tuvo el gesto profético de poner la Iglesia al día para el nuevo milenio, no menos profético su convocatoria para que se viviera "un nuevo Pentecostés", gesto profético del que nace y es deudora la propia RCC, y profeta fue, en muchos de sus gestos, el bendito Juan Pablo II.

Pero palabra profética es también la que suscita el Señor poniendo su palabra en el corazón de un hermano que entonces la comparte, con la conciencia cierta, si es que es sincero, de que no es palabra suya, sino del Señor. Aunque solemos estar equivocados al respecto, esta palabra de profecía no es nunca, o casi nunca, para adelantar acontecimientos, o predecir cosas del futuro, la palabra profecía está muy desvirtuada por las películas y los videntes... Una auténtica palabra de profecía es la que un hermano siente que no es suya, que es del Señor y que ha de compartirla, y casi siempre suele ser palabra de consuelo, de ánimo, y también, para lanzarnos nuevos retos o, incluso, corregirnos.

Estos tres dones: conocimiento, sabiduría y profecía, tienen algo en común: No deben tomarse a la ligera, será el discernimiento de la propia vida y el devenir de los hechos, el discernimiento del grupo y de sus servidores, el que determinará, en última instancia, la veracidad este tipo de palabras: Aunque sea con buena fe, no todo pensamiento, sentimiento o palabra piadosa puede ser considerada dada por el Señor sin este criterio de discernimiento y la regla de oro para discernir es la siguiente: "No es de Dios la palabra que va en contra de la propia Escritura y de la Palabra de Dios" Ante la Palabra de Dios, cualquier palabra humana ha de callar, y humildemente, abrirse a su escucha y presencia.

fuente: www.dalmanuta.org comunidad RCC - España

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